domingo, 10 de julio de 2011

ENTREVISTA : RICARDO DOMENECK / MÁS ALLÁ DE LA POÉTICA DE LAS IMPLICACIONES


AC: Cómo empezaste a escribir poesía?

RD: Respondiendo de forma bien práctica, fue cuando abrí los manuales de literatura que encontré en mi casa (mi madre es profesora) y leí los primeros poemas, mezclándolo todo, "Pre-história" de Murilo Mendes y "Pneumotórax" de Bandeira, aquel golpe sarcástico de "Acrobata da dor" de Cruz e Sousa y las "Ideias íntimas" de Augusto dos Anjos y los poemas satíricos de Gregório de Matos. Durante mucho tiempo el único acceso a la poesía que tuve fue el de los manuales escolares. Yo vivía en una ciudad pequeña, no sabía que era posible comprar libros que fueran únicamente de poesía, por lo que cazaba manuales escolares, me acuerdo de lo feliz que me ponía cuando iban más allá del Pre-Modernismo o incluso del primer Modernismo y traían poemas de Drummond, Vinícius de Moraes, Cecília Meireles... algunos tenían ejemplos de la Poesía Concreta y de otras vanguardias brasileñas de la década del '50, o incluso letras de canciones de Caetano Veloso y Chico Buarque. Cuando encontraba manuales de esos entraba en un estado de alegría absoluta, especialmente si traían poemas que yo no conocía. Antes de todo eso, creo que mi primera exposición a la poesía y a la idea de lo que era un poeta fue con Vinícius de Moraes y sus famosos sonetos.

Es muy loco, pero tengo un recuerdo muy antiguo también, todavía siendo niño (tenía diez años), del anuncio del Último Momento del Noticiero de la Globo sobre la muerte de Carlos Drummond de Andrade en 1987. Es extraño, pero recuerdo claramente que yo estaba viendo algo en la tele y que interrumpieron la programación para anunciar su muerte. Yo recordaba el anuncio de la muerte de su hija una semana antes y recuerdo cómo aquello me marcó, mi mamá corriendo desde la cocina para escuchar la noticia (como ella siempre hacía cuando venía aquella viñeta del Último Momento de la Globo) y diciendo algo como: "Pobre, murió de tristeza". Es un recuerdo que siempre me acompañó, no sé por qué. Yo tenía diez años, no sé si entendería qué era un poeta. Pero el hecho de que él muriera pocos días después de su hija, con mi mamá diciendo que había muerto de tristeza, todo eso quedó grabado en mi cabeza. Y más tarde esa situación apareció en un poema de mi primer libro.

El primer libro de poesía que compré, juntando dinero, fue Eu de Augusto dos Anjos. Recuerdo haber comprado más tarde Farewell (1996) de Drummond cuando salió, y los volúmenes con los heterónimos de Pessoa. Comencé a escribir bajo el impacto de estos descubrimientos, todavía adolescente, y también escribía pequeños cuentos.

AC: Viendo tus poemas nuevos, tengo la sensación de que hay en ellos una mayor narratividad, o una narratividad menos fragmentada que en los libros anteriores. Aún cuando los textos siguen estando permeados por ese espíritu babélico, esa posibilidad de que diversas lenguas, citas y registros puedan irrumpir en ellos, tengo la sensación de que hay una ordenación del caos, desde lo íntimo hacia lo universal, que aparece atravesada por la ironía y la auto-ironía. Te parece que hay algo de cierto en esto?

RD: Siempre es muy difícil hablar sobre el propio trabajo sin caer en ciertas trampas, pecados que ya cometí demasiado, pero vamos a intentarlo: sí que hubo un cambio, especialmente para quien lee los poemas de mi último libro publicado, Sons: Arranjo: Garganta, y los poemas más recientes que vengo publicando en mi blog. Corriendo el riesgo de ser auto-explicativo (o algo peor), yo intentaría explicar ese cambio de la siguiente manera: especialmente en los poemas del último libro, estaba muy obcecado con el intento de seguir lo que yo llamo "poética de las implicaciones". No quería que los poemas dijeran algo, mi interés estaba puesto justamente en provocar un corto circuito en ese decir, creando textos que tuvieran significado a partir de las implicaciones de la manera en que habían sido compuestos. Hubo quien mencionara que era imposible citar versos del libro, ya que solos no tenían el menor sentido. Era lo que yo quería, que únicamente funcionara el conjunto yuxtapuesto de los versos. Y también creo que en mis dos últimos libros, que forman una especie de álbum doble, ya que fueron escritos de forma paralela, aunque hayan sido publicados con 2 años de intervalo, mi impulso crítico se mezclaba por completo con la poesía. Tal vez por eso esos poemas les parezcan fríos a algunas personas. A veces pienso que al pasar a escribir crítica propiamente dicha en la revista Modo de Usar & Co., tal vez me haya liberado de la sensación de necesidad de hacerlo en los poemas.

En los poemas más recientes, que estoy reuniendo para mi próximo libro, mis necesidades cambiaron. Pensé mucho en un paradigma que Pound enseñó, cuando él sugiere como parámetro:

"... nada - nada que no puedas, en alguna circunstancia, bajo la tensión de alguna emoción, realmente decir."

Lo que me llevó a una poesía, como vos decís, de mayor narratividad, tal vez, o menos fragmentada. Pero para explicarlo de un modo bien claro e íntimo, estuve preguntándome mucho: por qué empecé a escribir poesía? No fue por haber leído poemas que me emocionaron? Pienso que simplemente volví a esos poetas. Y no quiero correr más el riesgo de escribir poemas sólo para poetas. No quiero vivir en el mito de la poesía "inútil". Estuve pensando en las funciones milenarias que los poetas siempre desarrollaron en sus comunidades. Y me gustaría mucho poder ejercerlas, sin ninguna concesión ni facilismo. Pound también habló sobre el buen poema, aquél que entusiasma al especialista y emociona al lector común. Hoy en día, eso me parece un desafío magnífico y creo firmemente que la poesía sólo recuperará su papel central en la cultura si aceptamos este desafío.

AC: Pero esa definición no dejaría de lado a muchos poetas que te gustan, que leés, traducís, divulgás? Quiero decir, no sería quizás oportuno analizar que es el "lector común"? Un lector de poesía, me parece, ya no es alguien muy "común" -al menos en términos estadísticos. No pensás que otro camino podría ser trazado también desde la educación, formando a las personas en la idea de que la poesía es una actividad más, una manifestación cultural igual a otras que sí son incluidas en la educación, como la música o el dibujo -desarrollando una percepción poética en las personas desde la infancia? Y, finalmente, esa identificación de la poesía con aquello que puede ser dicho, de algún modo, no haría que la poesía se alineara con los "discursos de las certezas", perdiendo buena parte de su capacidad de cuestionar nuestra percepción del lenguaje y de lo real?

RD: Tal vez mi última respuesta haya dado la sensación de una oposición, como si una cosa excluyese a la otra. Voy a intentar elaborarlo un poco mejor. De todos modos, esto es realmente una percepción muy personal, a partir de mi propio trabajo. Mirá, yo pienso siempre en los trovadores medievales como parámetro. Había entre ellos, como se sabe, un trovar leu, el trovar ric y el trovar clus. Este equilibrio, la coexistencia entre estas prácticas y parámetros era saludable para la tradición. Tal vez el problema resida en la búsqueda de una definición unitaria para la poesía, algo que siempre existió en el pensamiento estético, pero que pasó a ser una obsesión a partir de los románticos. Los modernistas también tenían esa ambición de encontrar una teoría o parámetro que unificase toda y cualquier experiencia poética. Eso, me parece, tiene consecuencias negativas. Me gusta mucho, por ejemplo, la discusión del crítico italiano Alfonso Berardinelli sobre el trabajo de Hugo Friedrich y el intento de establecer un parámetro único de comprensión para la poesía moderna, que acabó por excluir a tantos poetas que hoy son mucho más leídos que algunos de los llamados Altos Modernistas. Me parece que hay una cierta tendencia hoy en día a valorizar apenas la poesía de la tradición del trovar clus. Una época en que todos quieran ser poetas del trovar clus no puede encontrar un público amplio. Claro que existían poetas que se especializaban en uno u otro, y eso sigue siendo completamente legítimo. Pero existía una variedad de prácticas para las distintas funciones y posibilidades de la poesía. Obviamente, hay un problema de educación, como exponés en la pregunta, pero yo me refiero más que nada a lo que nosotros, poetas, podemos hacer. Siempre tenemos que tener presente el público al que nos estamos dirigiendo. No sirve de nada imponer los sonetos religiosos de Gregório de Matos a los adolescentes, cuando sería mucho más eficaz presentarles la poesía satírica del mismo autor. Se trata de un ejemplo de la enseñanza de la poesía en las escuelas. No se trata de facilitar las cosas. No estoy pregonando ninguna forma de concesión o populismo. Me parece que hoy, frente a la situación en la que estamos, no sirve de nada depender de que el Gobierno y sus Ministerios de Cultura y Educación estén haciendo si únicamente producimos poesía que consigue interesar sólo a otros poetas y a académicos. Tenés razón: no existe un "lector común", pero durante todas las eras los poetas cumplieron diversas funciones que fueron siendo relegadas a otros artistas. Cuando hablo del "decir", se trata de la negación de que la poesía se resuma exclusivamente a la función poética, lo que permite que por momentos nos perdamos demasiado en jueguitos sígnicos (y con no poca frecuencia, cínicos). Creo que la función poética no oblitera la función referencial del lenguaje o cualquier otra de sus funciones. El lenguaje poético llama la atención hacia su propia estructura como lenguaje, pero en los grandes poetas eso no impide que sus textos, al mismo tiempo, cumplir varias otras funciones, como emocionar o educar. No entiendo por qué eso parece haberse vuelto un pecado para los poetas. Entiendo el peligro que mencionás, el de los "discursos de las certezas", pero el poema que consigue al mismo tiempo decir y hacer no precisa incluirse en ningún discurso de las certezas, no precisa ser un panfleto. Me parece mucho más arrogante (e incluso llegando a limitar con la charlatanería) el cliché de la poesía que quiere decir lo "indecible", por ejemplo. En ese aspecto, tal vez mi problema sea haber leído demasiado a Wittgenstein, no consigo dejar de ver cierta charlatanería en esa ambición de lo "indecible", ni consigo creer que eso se pueda aplicar de verdad a poetas que son tan frecuentemente secuestrados y abusados en relación a ese discurso, sean Mallarmé o Celan. Mirá, yo mismo tengo textos en los que niego completamente la noción de la poesía que "dice" alguna cosa, especialmente en mi último libro, en que muchos textos frustran la voluntad del lector de crear lo que se podría llamar de "texto-fantasma", una paráfrasis del poema, que sería su "significado" inmanente o trascendente. Ahora, no puedo esperar que todos se interesen por esta función analítica del poeta sobre el lenguaje. Acaban siendo realmente poemas para especialistas, tal vez para personas interesadas en lingüística e historia de la literatura. Y qué pasa con los lectores que, de forma completamente legítima, van a buscar en la poesía consuelo para un desamor, para el fin de una relación, para su propia mortalidad y la de aquellos que aman, o los que quieren simplemente emborracharse de palabras, emocionarse? Si los poetas escritores no cumplen esta función milenaria de la poesía, los lectores van a buscar eso en la poesía cantada, en el cine, en cualquier otra arte. El discurso de la inutilidad de la poesía es muy complicado, y únicamente trajo problemas, en mi opinión. Cuando yo hablo de est-É-tica, no estoy intentando establecer una moral poética, sino que se trata de la creencia en la historicidad de la poesía, de que el poeta pertenece a su tiempo, cumple una función en su cultura, en su comunidad. Mi último libro se llama Sons: Arranjo: Garganta por mi interés en forma, función y contexto. Me gustaría simplemente ser capaz de cumplir con el mayor número posible de funciones de las que me fueron legadas y heredé de mis antepasados poetas. Sin una definición unitaria que intente explicar toda y cualquier manifestación poética. Aceptar los límites de lo que se puede decir me parece algo lejano de cualquier discurso de certezas. No sé si conseguí explicarme o si compliqué todavía más la cuestión.


 
 





 

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