domingo, 10 de abril de 2011

ENTREVISTA: MARÍA ROSA MALDONADO / POEMAS COMO ÁRBOLES

AC: Cómo empezaste a escribir?

MRM: Todo comenzó por la escucha.
En aquel tiempo mítico de la infancia, todos cantaban. Las mujeres y los hombres, trabajando, cantaban. Cantaban y contaban. La madre, el padre, la vecina. Cantaban y contaban. La madre cantaba canciones románticas. El padre, contaba los cuentos tradicionales y fábulas en verso. La vecina, cuentos de cementerios y muertos que se metían de noche en las habitaciones reclamando su asadura. La escucha era placentera, aterradora a veces, siempre mágica. Después vino la lectura, regalo y privilegio: los cuentos de Editorial Tor, las revistas semanales. Qué mejor momento que el de, tirada sobre la cama o en algún rincón fresco del suelo, en el verano, entrar en esos mundos tan convincentes y más interesantes (creía entonces) que el llamado real?
El paso a la escritura no lo recuerdo como una determinación conciente sino como un deslizarse paulatino del deseo hacia la posibilidad. Cambiar la letra de alguna canción, imaginar un cuento. Una cierta prehistoria cerebral, sin acción.
Pero la pregunta trajo un recuerdo. Uno de esos que llevan muchas vidas flotando por los sitios de los que regresan por una ley ajena a la voluntad. Uno de los que te sorprenden porque, cierto o transformado, te dices: es un símbolo de lo que vino después. O, sólo he estado repitiéndome toda la vida.
Tendría siete u ocho años. Habían cortado la luz, así que estábamos iluminándonos con velas. No sé qué hacían los demás, mis padres y mi hermano, porque en el recuerdo yo estoy sola, en una habitación, arrodillada en el suelo y usando la cama como mesa. Y escribo, a la luz oscilante de una vela. Escribo un cuento donde hay una niña, una muñeca perdida (robada?) y un desenlace en el que, para salir de la adversidad de la pérdida, interviene una fuerza misteriosa que restituye el orden deseable. Esa fue la iniciación: una carilla de letra grande y desprolija. Y un gran placer por lo hecho.
Cada poema ha sido, y sigue siendo, comenzar. La difícil elección de las palabras, la búsqueda de esa música que se quiere recuperar del sueño. Libertad lúdica y vertiginosa. Ensimismamiento para el descenso al yo profundo. Pero siempre hay algo que se repite: Estoy sola, con la propicia luz de las invocaciones, entregada a una búsqueda imposible que las palabras asedian y remedan. En mi caso: la búsqueda de lo numinoso. 

AC: Esto que decís de lo numinoso, sin embargo, es una percepción que se sitúa más allá del hecho lingüístico. ¿Cómo opera entonces tu escritura para poder transformar esa experiencia de lo numinoso en una forma literaria, en un poema? Porque me parece que ahí ya entran en juego decisiones plenamente literarias, como por ejemplo en tu poesía el uso del "tú". Te comento esto porque no sólo en tu poesía sino en tu respuesta anterior usás el "tú" en lugar del "vos". ¿Creés en la existencia de un lenguaje "ritual" que deba estar despegado del uso coloquial - o yendo más lejos, en una dicotomía del tipo sagrado/profano en términos de lenguaje literario?

MRM: Volveré a la pregunta, pero primero quiero apartar de ella el tema del vos/tú, que tiene una explicación independiente de ideologías.  El uso del tú, en mí, es la continuidad del lenguaje originario (lengua madre) con el que entre al mundo de la palabra, y del sentido. En mis primeros cinco años la forma exclusiva era el tú; luego lo siguió siendo tanto en el orden familiar como en el escolar. Ahora ha cambiado, pero en los años en los que cursé mis estudios  primarios, secundarios y terciarios, el tú regía como norma, sobre todo para el aprendizaje de la gramática y para las presentaciones escritas. Siempre me he hablado a mi misma de tú. Y así también les sigo hablando a mis muertos.
La verdadera ecuanimidad es, creo, respetar las propias diferencias idiosincrásicas, en tanto sean inocuas. Lo ideológico sería querer forzar mi escritura a un vos que no siento como propio. Natural y espontáneo en otros, en mi no lo sería.

Vamos, ahora, a lo numinoso.
En principio, lo que se sitúa más allá del lenguaje, también nos ha llegado a través de él. Todo preguntar es un preguntar desde el lenguaje, él instala y posibilita la pregunta, y la posibilidad de la respuesta. Tampoco creo en la dicotomía de una lengua sagrada frente a una lengua profana. Sí, en el sentido que Heidegger  o Marcel marcan, creo que al hombre le es dado hacer un uso banal o auténtico del lenguaje. De hecho, parece que no podemos dejar de transitar por ambos. Salvo en la santidad del silencio. Cuando éste es santidad. Pero nada es banal si nosotros no lo banalizamos. 

No creo tampoco en las palabras prestigiosas. Todas las palabras, todas, vehiculizan la posibilidad de la búsqueda, y de la creación estética.
Pero el lenguaje, como todo lo otro, es numinoso.
Y pienso lo numinoso no como la presencia de una divinidad, trascendente o inmanente, sino como el misterio pavoroso al que se enfrenta el ser humano por el hecho de serlo. La actitud que me pone en correlación es la permanencia en el asombro y la extrañeza del estar.

Entonces, el intento del poema (por qué del poema?) consiste en la atenta escucha del misterio. El inútil pero irrenunciable esfuerzo de enlazarlo y traerlo hasta el lenguaje. La restitución del sentido numinoso de la palabra

AC: Como vos preguntabas, quedan por levantar las cuestiones de "por qué el poema?"; es decir, no solamente el acto de intentar comunicar esa experiencia abismal, sino de hacerlo por medio de un lenguaje determinado, que posee una tradición propia. De alguna manera, en cada texto, lo numinoso "encarna" de un modo particular. Al mismo tiempo, vos venís trabajando hace años con talleres literarios, lo que supone un análisis probablemente más estructural de los textos, donde la magia de la contemplación también deja paso a una agenda de debates formales, es decir, donde esa búsqueda del equilibrio está sistematizada. ¿Sentís que eso opera conscientemente a la hora de escribir, es decir, que puede haber un "oficio" que obre facilitando el poema como un saber productivo y, por lo tanto, en detrimento de la experiencia de lo numinoso?



MRM: Claro, creo que la pregunta ha sido soslayada por un enfoque que apunta a una particular visión, y que, después de todo, como diría Alberto Girri desde su impecable dandysmo, “El motivo es el poema”.

Por qué el poema? Podría haber sido la pintura, la música, la ciencia, el zen…
Entonces, por qué el poema? Voy a caer en una petición de principio: el deseo creó la necesidad, la necesidad acució al deseo. Y así han continuado toda mi vida, generándose mutuamente. Claro, el poema ya estaba cuando yo llegué, para adherir hay que conocer,  y de todo lo que fui descubriendo, fue lo que me envió una señal encantatoria: la expansión del plexo solar, la alegría propia del amor. “Esto es lo que me gusta, esto es lo que yo quiero”. El proceso, como ya te he dicho, fue: primero leer, después, tímidamente, emular. Sigue siéndolo.

Claro que el “poema” -en mí-  fue cambiando, como todo. Desde las Rimas de Becquer  hasta hoy ha recorrido un largo camino. Porque la otra pregunta implícita en este hacer es: qué es el poema? Algo que cambia, algo que permanece? Años atrás me encantaba repetir una frase de Sartre. “la prosa utiliza las palabras para expresar ideas, la poesía construye con ellas un objeto estético”, (Creo que está en “Lo imaginario”). Ahora prefiero recurrir a San Agustín y, parafraseándolo, decir: Cuando no me preguntan qué es el poema, lo sé. Cuando me lo preguntan, ya no lo sé. Tal vez porque hay conocimientos intuitivos que se niegan a ser racionalizados.
Pero vayamos a la última cuestión. La relación entre técnica y  escritura. Mi padre me contaba un chiste sobre un niño que, llamado por el maestro a decir las tablas de multiplicar, le respondió: maestro, me acuerdo de la música pero no de la letra. Eso es para mí la técnica, una cierta música que me acompaña cuando escribo, de la que lo he olvidado todo, pero que se integró a la respiración. Mas que el análisis de los textos, es la lectura -no solo de los poetas, encuentro en la ciencia muchos elementos interesantes- lo que va acrecentando el caudal  soterrado del que, seguramente, el yo estético va sacando sus materiales. Y siempre es inescrutable su procedimiento ya que no se trata de un proceso racional ni totalmente consciente. En mi caso, el poema no responde a una idea previa y clara en su tema y en su forma. Sí, hay un núcleo impulsor. Y el resto se va desplegando y mostrándose a mí, que soy su primera lectora. Lo numinoso somos, también, nosotros mismos.
Lo que es seguro es que si comenzáramos nuevamente este diálogo, las respuestas serían otras. Ni mejores ni peores. Las asociaciones y los recursos, como en el poema, son, aunque finitos, inagotables. Me gusta pensar en los poemas como árboles, no hay, ni puede haber, dos iguales aun entre los de la misma especie. Y cada uno revela una forma única e irrepetible.

Gracias, Aníbal, por darme un espacio en tu blog -y no borrés esto, es mi derecho de entrevistada- donde encuentro siempre tan buenos poetas y tanta deferencia y cuidado en el trato hacia ellos y hacia sus obras.


2 comentarios:

  1. Esta mujer es de procedencia catalana? Me parece toda ella muy numinosa y me encanta.

    Dolors Miquel

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  2. Sí, Dolors, nació en Catalunya y se fue a los 4 años a Argentina con sus padres.

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