El acróbata a caballo dio tres vueltas
a la pista y le tiró un beso.
Ella pudo ver lo mucho que él había aprendido.
Todavía practicaba, le dijo
para así merecer su pulido destino.
Para qué parte del número estás
ensayando? preguntó ella. La casa de muñecas
destelló en la pequeña habitación hasta que apagaron las luces.
Después dulces dulces sueños y en la calle
una lámpara dejó ver fugazmente un carnaval más grande que la vida.
El giro del carrousell tomó velocidad y luego se detuvo.
Apagaron las luces. Alguien arreó
los paragolpes hasta la corriente,
con los ojos brillantes detrás de su rostro protegido.
Era un día seco. Los ojos estaban encerrados
en sus dulces y pequeños féretros. La mente estaba aturdida
por el rociador. De pronto fresco (alguien estaba hablando).
Un cambio de ropas? preguntó el sueñero.
Sí. Ella sería un nuevo azul, terreno del ahora,
un nunca esperando bien, uno destinado al placer
en ese espacio entre la ligera pizca de penumbra
y el que cantaba el rey david del amanecer.
El beso llegó en el momento justo.
Una brisa abrió la ventana, una tarde distante.-
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