jueves, 9 de diciembre de 2010

MAGNIFICADO (ALBERT BALASCH)

No quiero decir nada, no puedo decir nada.
Tengo sed y lo peor no es aun lo peor,

sino lo peor de lo que ha muerto adentro de nosotros.
Seguramento soy un ronquido que cesa,

un viejo friolento con olores de perros.
Voy a quedarme un rato tapado por escombros,

entre la chatarra y el cemento.
Voy a decir qué vacío en cada cosa.

Y voy a decir madre cómo estás.
Hoy, con un muñón manchado de ninguna cosa,


abrí la boca solamente una vez.
Me hice un nudo redondo: todo lo que se niega.

Y estuve a punto de pedirte madre.
Escudriñé en lo que vendrá, 

que no es otra cosa más que lo que ahora hacemos
con las mantas piojosas bien atadas,


con los codos cortos haciéndonos de manos
hasta que me tumbé a la sombra y me rendí.

Nuestras voces no se lamentan, madre,
pero hay quienes las escuchan como ratas


que se esconden porque viene la lluvia.
Usted arréglese. La cabeza puede inclinarse un poco


hacia la parte abandonada,
donde se encuentra la piedra del reposo, la frente


nuestro apoyo. Y que el miedo
ya no nos ronde más. Voy a decir que las madres se mueren


y no voy a saber qué estoy diciendo. Entonces,
no será en vano que este vidrio te envuelva


ni tampoco que te trague el aire.
Ambos harán de usted el molde seco


para que vistamos nuestras faltas.
Así, cuando nos vayamos por la mañana, podremos


revivir dulcemente los cargos
que guardamos confiados debajo de tus pies.


Nada va a ser en vano cuando veles por mí
y tambaleen los siglos y los engaños.


No voy a conseguir escapar de la arena,
enredado en tus dedos, ya más pequeños,


más sucios, que la probaron antes,
para mí, mientras vivías muerta.


Todo es sencillo y a la vez tan terrible
que parece dispuesto para que nos olviden.


Tan primitivo, madre, que te lloro
y las rosas persisten todavía.


Es así como vuelvo a encontrarte,
atrapado por tus cabellos blancos cuando caen?

Un rostro que ahora apaga a otro rostro
con llantos, voces, pesadillas, milagros.


Yo soy ese al que llaman Lear,
aquel que dice y aquel que no puede vencer.


Aquel que dice y reza.
Aquel que va hasta donde jamás antes y reza.


"No hay mal que por bien no venga bien
con un fragmento de luz para decir adios.


No hay mal que por bien no venga mal:
no hay salud, sólo un breve reposo".


Y cuando el sonido se hace viejo,
es la noche y no el día, quien tiene miedo


de perder la última claridad:
la fuerza de mis ojos, liberada


de sol y nubes, liberada de pájaros,
se aferra a tu perdón por haberse


enfermado. Ya conozco tu encierro,
el que me entierra en lo que se negó.


Y por eso te cuento cuentos viejos.
Historias que me visitan si le pregunto


a la curiosidad si viven
más los buenos o malos de cada casa.


Si el campo no fue acaso una arteria
de brutalidad tozuda donde Dios


vio la resurrección
de todos en su juicio,


la madera que pudiera evitarnos
el mundo. Eso, lo único que sé hacer.


Consolarme a mí mismo con fantasmas,
la única representación del tiempo.


Hablar por mentir. Y con mentiras
vagar con el polvo en la boca,


famélico como el hombre que habla
de otro hombre para hablar de sí mismo.


Salimos de la tierra demasiado temprano,
con la piel ablandada por los sollozos


de los que nos tuvieron que arrancar.
Y juntos, los vivos y los muertos, nos permitimos


momentos que no pudieron ser:
lo que pasa sucede en otro sitio.


Acordate, antes de que sea tarde,
del uso intransitivo de este verbo molesto


por los disturbios de la memoria. 
Acordate, antes de que sea tarde,


de que el hijo ya nunca volverá,
los padres lo abandonaron apurados.


No habló así como debía,
muerte y vida están en manos de la lengua.


Ahora está solo, y no sabe qué hacer.
Un hombre libre es un hombre solo.


Tendrá que cojear más,
la lucha lo convertirá en sujeto.


Largo es el camino de los proverbios,
nadie cree estar siendo torturado.






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