Eran outsiders culturales, consumidas por... ¿qué?
¿Por su propia noción de belleza reflejada en el espejo reluciente
De unos pantalones de hombre? O nada
Más que medianoche y nadie nos vigila.
Eran profesionales, le confesaron al barman,
En materialismo psicológico, explicaron que habían leído tanto
A Sartre como a de Beauvoir y que creían en el cerebellum,
En el tálamo y en el cerebro bajo y en que entre
Las partes más bajas y las más altas habría sitio para ellos,
Además de néant [nada].
De hecho, la noche era una espectacular bacanal,
Las chicas arrastraban a sus compañeros cegados por el alcohol a través del suelo.
Una, al margen del resto, con un volumen de las Obras Completas de Camus,
Eso era "imperioso" (el término es de de Beauvoir).
"El club estaba sumergido en la oscuridad casi absoluta,
Con violinistas deambulando
'Tocando conmovedoras piezas rusas' en los oídos de los parroquianos."
"'Si tan sólo fuera posible decir la verdad,'
Exclamó Camus en un momento."
Había vodka y champagne, ambos en cantidades
Extremadamente hermosas y buenas para crear proximidad. Y bailar
Con las mejillas pegadas, entre el intercambio furtivo de besos
Y risitas cada vez que uno de los tíos decía, "No
Me dejes, te amo, y siempre te amaré."
Lo que era tomado como evidencia irrefutable
De la codicia general por el calor humano,
I.e., por contacto, incluso entre los agonizantes
Post-adolescentes soñadores que se transformaron sobre la pista
Aquella noche en chicos atrevidos, repitiendo las preguntas de las chicas
De "cómo viviremos", "qué haremos",
Palabras sin final, sin peso.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario