miércoles, 9 de octubre de 2013

DOS POEMAS DE RICARDO ALEIXO


Objetos sospechosos


Ejemplos de objetos comprobadamente sospechosos: títulos emitidos por Marcel Duchamp y endosados por Rrose Sélavy, un poema en una lengua africana inventada por Hugo Ball, palabras en zaum proyectadas en el cielo del sueño de Velimir Jlébnikov. Un cerebro en buen estado de uso, i.e., propenso a hacer que su dueño cambie de idea cuando es necesario, es otro buen ejemplo de objeto sospechoso. Un ojo que piensa, ídem. Incluso un hombre, bajo ciertas condiciones, se convierte en un objeto sospechoso. Lo que hace que un negro, que apenas bajo ciertas condiciones es un hombre (Marx), y la mujer, negro del mundo (Yoko Ono), sean objetos siempre sospechosos. Una garganta cortada en pleno canto es un objeto sospechoso perfecto. Mirá la diferencia: un cuchillo de cocina, todavía con restos de manteca, un lunes por la mañana, puede, a su vez, no ser más que una metáfora absoluta. Lo mismo se puede decir de una pipa o de una lata de sopa Campbell. Ahora: ¿qué dirías de objetos como una rueda de bicicleta puesta de pie por un interno de la Colonia Juliano Moreira, o una caja con fotografías del bandido Cara de Caballo muerto o, incluso más notable, una única mano aplaudiendo? ¿Son sospechosos o metáforas absolutas? Considerá, antes de responder, las siguientes premisas: los objetos sospechosos nunca dicen totalmente a qué vienen; cambian de tema, no embellecen ambientes, no llevan a las lágrimas, no sirven para nada, no están en venta.











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