Objetos sospechosos
Ejemplos de objetos comprobadamente
sospechosos: títulos emitidos por Marcel Duchamp y endosados por Rrose Sélavy,
un poema en una lengua africana inventada por Hugo Ball, palabras en zaum
proyectadas en el cielo del sueño de Velimir Jlébnikov. Un cerebro en buen
estado de uso, i.e., propenso a hacer que su dueño cambie de idea cuando es
necesario, es otro buen ejemplo de objeto sospechoso. Un ojo que piensa, ídem.
Incluso un hombre, bajo ciertas condiciones, se convierte en un objeto sospechoso.
Lo que hace que un negro, que apenas bajo ciertas condiciones es un hombre
(Marx), y la mujer, negro del mundo (Yoko Ono), sean objetos siempre
sospechosos. Una garganta cortada en pleno canto es un objeto sospechoso
perfecto. Mirá la diferencia: un cuchillo de cocina, todavía con restos de
manteca, un lunes por la mañana, puede, a su vez, no ser más que una metáfora
absoluta. Lo mismo se puede decir de una pipa o de una lata de sopa Campbell.
Ahora: ¿qué dirías de objetos como una rueda de bicicleta puesta de pie por un
interno de la Colonia Juliano Moreira, o una caja con fotografías del bandido
Cara de Caballo muerto o, incluso más notable, una única mano aplaudiendo? ¿Son
sospechosos o metáforas absolutas? Considerá, antes de responder, las siguientes
premisas: los objetos sospechosos nunca dicen totalmente a qué vienen; cambian
de tema, no embellecen ambientes, no llevan a las lágrimas, no sirven para
nada, no están en venta.
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