Lluvia afuera, horror adentro.
Ese viento pudo provocar
ayes y suspiros así pero resignación no hubo, eso no.
Un rodillazo profundo en una bocina de pato a lo lejos. Qué vía fluvial.
Qué qué debería haber hecho en ese espacio privado?
Era un tipo de cumpleaños del sonido
de una canción cantada una vez en una pequeña capilla de ultramar.
Ah, eso fue en Inglaterra. Esto no es el Paraíso, diría ella. Comer o ser comido.
Y él le puso música. Ah eso fue
MARAVILLOSO. Fue una canción para todas las ocasiones. No te parece?
Ahora él estaba callado. El gato te comío la sin? le preguntó.
Y de hecho, ella había visto un gato, desaliñado como un tejón
renovado por un arroyo entre dos potreros.
De nuevo, dijo él,
te apoyás en la Naturaleza. Mentira, dijo ella. Mentiroso.
El giró su cabeza y la escondió detrás de sus manos un poco
porque quién iba a mirar – los árboles altos silbaban como la Muerte
golpeando con sus exhuberantes látigos púrpuras.
El sonido mismo era cansador. Ellos eran lo interno
queriendo estar afuera. Disminuiría, al fin, la lluvia, permitiéndoles
exponerse lamentablemente por último? Y otra vez cantan.-
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