Del estado puro
de violencia y gracia
que en los hospicios se agazapa
participan sus visitantes.
Un leve
esfuerzo de acomodación
y no habrá diferencias
con los asomados a las rejas,
los que obstinadamente
repiten a la greda,
algarrobos y hojas de plátanos,
el monólogo.
Un abrazo
al que en medio de la crisis demanda:
"Por qué, madre, por qué?",
los convencerá, nadie cambia,
y la corriente de blasfemias, insultos,
representaciones sacrílegas,
acentúa apenas
lo que los visitantes traen, mensajeros
de nuestra intermitente, primitiva
y natural locura, exhibicionismo,
los pavores nocturnos,
la culpable
fobia a las miradas.
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