entre dos parpadeos
y quedamos en vilo. Así la aparición
del colibrí.
De pronto, en la inviolada
tranquilidad,
vibra el aire y está
-en vilo- en la flor roja
del hibisco.
No lo ahuyenten. Soy yo, en el transparente
vacío,
girando alrededor. Soy él, prendido
del mantra:
el que liba
el gozo original en la corola
mojada.
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