Tú que pasas y miras
este brocal blanqueado,
no te asomes. ¿Por qué
te asomas
y arrojas tu piedra?
Cada día que pasa arroja su piedra,
sus desperdicios.
Se le cae una joya,
una iluminación ambigua.
¿No dirás: “Mi alma es igual
en su mazmorra abarrotada”?
¿No escucharás el eco
de tu voz
en el fondo del pozo?
¿No oirás el martilleo
del corazón –contado-
al asomarte al frío
del hombre
y al de los astros?
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