viernes, 11 de febrero de 2011

G. B. (ALBERTO GIRRI)

Si uno es el hombre para la circunstancia
                        -¿eh, viejo pugilista
                        cabeza de pájaro rapado?-,
puede lográrselo:
                        perseverar
en contradicciones, juntar
lo incompatible,
                        y con porciones
de cantos banales, referencias
a vaivenes afectivos, guías turísticas,
flores sobre una mesa, pormenores de chistes,
hacer que la consecuencia sean poemas:
                                                           lo diurno
y público asociándose a lo secreto,
arduo de soportar,
            como en tu voz, abierta,
a tristes generalidades, certificados
de defunción para desconocidos, municipales
servicios de venéreas,
                        y hacia la noche, trajinando
por la incertidumbre de lo real,
que auscultas en frío, musicalmente
mantenida en frío pues debe
enfriar la idea,
                        y aun enfriarse
tanto que cualquier anhelo de unidad,
de negativa a distinguir qué tenemos
de figuras dobles, esfinges, centauros, cinocéfalos,
se desvanezca por quimérico:
                        lo real ha de asirse
                        como una nada que vemos
                        y otra que no está ante nosotros.

Si se es el hombre indicado, precisamente,
cuando siéndolo no lo sea hoy y aquí
porque adivina que su círculo se acaba
con él, se cierra con él mismo,
                                   y no se admitirá
como dueño sino de melancolías, furia de realizar,
titubeos,
            y sin repugnancia
ni adhesión por lo que produce;

            precisamente, ¿eh, rapiñador
advertido de que no hay más que momentos:
                                   fugaces los éxtasis, arias
de la dicha y la perdición?,
                        como lo fijaste hallando
la expresión en una autopsia,
ratas jóvenes debajo del diafragma,
a la vez que discurrías de quitarte
del medio en verano, cuando lo diáfano reina.




No hay comentarios:

Publicar un comentario