jueves, 7 de julio de 2011

TEXTO EN EL QUE EL POETA SE SORPRENDE CON LA MUERTE DE MARIA SCHNEIDER QUE PARECE FORMAR UNA SINÉCDOQUE DE LA CUAL NO DISCIERNE LA FRONTERA ENTRE PARTE Y TODO (RICARDO DOMENECK)

Maria Schneider,
debe ser dura
la muerte
en medio de ciclones
en Australia, revoluciones
en Túnez y en Egipto,
asesinatos políticos
en América,
fraudes y bancarrotas,
cuando todo
lo que de sí se ofreció
décadas atrás al mundo
se limita a la gracia,
sí, aunque rara,
de hacer lo correcto de lo erróneo.
Pero, a fin de cuentas,
el mundo alguna vez
hizo un minuto de silencio
para que alguien contara
sus saldos y sus débitos?
Brás Cubas emitió su extracto
post-mortem.
Maria Schneider, temo
que tus labios y gestos
tal vez horripilaran
al viejo Stanislavski.
Y qué decir de tu melena
estropeada en rulos,
menos digna de Vogue
que de una Gorgona?
En París, sólo las gárgolas
se acuerdan de tu cara
y me imagino que el Google
termine inundado
hoy
de búsquedas
del tipo “Who the fuck was
Maria Schneider?”,
mientras muchachos y viejos
llegan a las páginas
donde sus pezones
todavía están firmes
en sus pechos
e inmediatamente debajo
está su corazón acelerado.
Su culo de manteca,
esta noche, será objeto
de la fantasía de nuevos
machos-alfa,
mientras que su muerte,
al mismo tiempo,
precipita en Occidente
un maremoto de crisis
de media edad
en los gigolós trotskistas
de la famosa generación del 68.
Y yo, Maria Schneider,
alimento una tristeza
con foto automático,
como si yo fuera
de repente, la polaroid
de un oboe
o una película disponible
sólo en video
casete, alguna cosa
obsoletísima,
ficción científica
que no previó
futuro ni horóscopo,
no parió
ningún nuevo contexto
ni soteriología.
Yo me quedo
aquí, buscando
alguna rima
un icono
que isomorfice
el tempus fugit
y la fama aquella de 15
minutos, que diga:
“No seas boluda, Maria
Schneider, ni el Fuji
es eterno, ni Hokusai,
ni César ni Virgilio.”
Por no hablar de Warhol
ni, ahora, de tus rulos
que parecían tener diecinueve
años para siempre.
Nada, en el fondo,
importa mucho,
Maria Schneider.
De acá a doscientos años,
cuando la cantidad
de notas al pie
para este texto
superen el número
de caracteres
del mismo
para que pueda
ser comprendido,
yo también seré
puñado y oprobio
de polvo y huesos
como vos.
Perdoname
este egoísmo
típico
de los hombres
insistiendo
en recordar
su propia mortalidad
frente a la muerte ajena.
Pero te digo con un cariño
que quizás sea mera
autoesperanza
del propio destino
que para quien ama
aquella gracia
de equivocarse acertadamente,
acertar en la equivocación,
vos, Maria Schneider,
serás por muchas décadas
el benteveo de Hollywood,
quizás reina de una Bizancio
nuestra, de plástico,
donde los rulos
establezcan los parámetros
para el pelo lacio.
Con suerte,
2012,
con su apocalipsis
prometido,
hará de los cetáceos
los próximos
lectores de Shakespeare
ya que nosotros, Garcías y Smiths,
Domenecks y Schneiders,
seremos tan sólo Historia
en rompecabezas
para los futuros visitantes
alienígenas de este planeta.


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