jueves, 17 de noviembre de 2011
LAS PERAS (FERREIRA GULLAR)
Las peras, en el plato,
se pudren.
El reloj, sobre ellas,
mide
su muerte?
Paremos el péndulo. De-
tendríamos, así, la
muerte de las frutas?
Ah si las peras se cansaran
de sus formas y de
su dulzura! Las peras,
concluídas, se gastan en el
fulgor de estar listas
para nada.
El reloj
no mide. Trabaja
en el vacío: su voz se desliza
fuera de los cuerpos.
Todo es cansancio
de sí. Las peras se consumen
en su sosiego
dorado. Las flores, en el cantero
diario, arden,
arden, en azules y rojos. Todo
se desliza y está solo.
El día
común, día de todos, es la
distancia entre las cosas.
Pero el día del gato, el felino
y sin palabras
día del gato que pasa entre los muebles
es pasar. No entre los muebles. Pa-
sar como yo
paso: entre nada.
El día de las peras
es su putrefacción.
Es tranquilo el día
de las peras? Ellas
no gritan, como
el gallo.
Gritar
para qué? si el canto
es apenas un arco
efímero fuera del
corazón?
Sería preciso que
el canto no cesara
nunca. No por el
canto (canto que los
hombres oyen) sino
porque can-
tando el gallo
no tiene muerte.
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