En Florida hay un manatí comiendo 9 veces el peso de su cuerpo en algas.
En la Amazonia hay un manatí ayunando durante los dos meses de la estación seca.
En Florida hay un manatí nadando en un tanque de lechuga.
En New York hay un manatí confundido nadando en el Río Hudson.
En Perú hay un manatí solitario y hambriento concentrado en no extinguirse.
En el Caribe hay un manatí antillano nadando a una velocidad de hasta 24 km/h sólo para divertirse.
En invierno hay 200 manatíes congregados en una usina eléctrica para calentarse.
En la Amazonia hay un manatí renovando el 90% de sus pulmones con una única exhalación.
En Pennsylvania, hay un ser humano escribiendo un poema y renovando solamente el 10% del aire de sus pulmones en una exhalación.
En África occidental hay un manatí gritando mientras es comido por un tiburón.
En el espacio, hay un manatí perdido orbitando la tierra, libre de tiburones, del rechazo familiar, del riesgo de ser mutilado por el motor de un barco y de la presión por encontrar una pareja para mantener la población y evitar la extinción de la especie, sin sentirse seguro ni relajado sino más bien un tanto solitario y desesperado y completamente desesperanzado de poder encontrar, algún día, el sentido de la existencia.
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