lunes, 4 de mayo de 2009

ME LO DIJO EN UN PARQUE DE DIVERSIONES... (RAFAEL ESPINOSA)


Me lo dijo en un parque de diversiones un argentino en portugués. El desierto
es una playa de estacionamiento. Desde entonces ha pasado
un tiempo, el suficiente para que hayan muerto varias veces
los rosales. Ahora estoy muerto, creo
y veo llegar al desierto auto tras auto, incluso el mío.
...............Mi entretenimiento y mi tristeza es contarlos,
confuso por perder a menudo la equivalencia entre el número de carrocerías
y las tablas de surf, enfundadas como joyas, que portan sobre el techo.
No se trata de una manía, me parece, ni de reflexiones axiológicas sobre el deporte.
¡Hay tanta felicidad en que sea otra fuerza la que nos mueve, mientras
notamos la diferencia entre la ola azul, una nueva ola azul!
Dos movimientos —el del agua, el de uno dada el agua— que nos conducen
a una soledad extrañamente percibida como un encuentro.
Y se ve que no la puede ocupar un cuerpo sino la omnipresente imagen de otro desplazarse.
...........................En esas cosas pienso, al tiempo que bajan de los autos
y se demoran en hurgar la maletera, atendiendo las sincronizaciones pausadas
de antiguos hábitos de compra en que los resplandores de la cabellera
y los fragmentos de la espalda destierran al infinito la clarividencia
del rostro. Si lo tienen,
no lo sé. Yo tampoco conozco el mío o lo contemplo variando
en las sutiles transiciones atmosféricas donde el desierto pasa de bosque
a playa, según se usen las tablas hawaianas
y el propio desierto, ante la monotonía venturosa de acompañar la rapidez del agua, parezca
un escenario sobrecargado de elementos. A través de parabrisas
puedo escuchar sus voces recordando una vida mejor
en Praga o los pueblos que inunda el Danubio,
arrastrados por sus nombres: Lenka, la que fue
gimnasta, Pável, casado con una Muhvic-Pintar, Arnost.
Y me gustaría decirles, con el timbre del heno,
Lenka, Pável, Arnost, el desierto los ama.





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