martes, 4 de agosto de 2009
PARADISO (KENNETH KOCH)
Es imposible permanecer tranquilo
cuando aquello que te había desilusionado levanta su cabeza
de entre sus brazos y parece querer hablarte nuevamente.
Uno olvida su hogar y su familia
y se pone en camino, a pie o en un viejo automóvil
y va adonde cree que esa forma de realidad
habita. Al no encontrarla allí, rechazás
cualquier otro contacto
hasta que estás nuevamente tratando de olvidarte
de lo único que pudo emocionarte (así parece) y te dio aquello que por siempre tendrás
pero bajo la forma de una desilusión.
Con frecuencia, mirando al horizonte
ves -siéndote hostil?- eso que nunca has encontrado
y que, sin aquellos que vinieron antes que vos, nunca hubieras podido imaginar.
Cómo pudiste creer que había una persona que podría hacerte
feliz y que la felicidad no era el irregular
fenómeno que sabías que era? Por qué seguís creyendo en esa
realidad tan dependiente del tiempo concedido
que tiene menos que ver con exiliarte de tu edad
que de todo lo demás que la vida te prometió que podrías hacer?
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