miércoles, 8 de diciembre de 2010

EL PROFETA THOMAS (ALBERT BALASCH)


Dije, se acerca un nuevo corte.
Te dije, tené miedo, ya no habrá nada más.

Ninguno te quiere hacer de guía.
Ni tu bastón ni aquellos, tus amigos difuntos.


No se entiende el castigo, dije.
Te dije que el castigo era complejo.


En algún sitio tuyo hay luz?
Nadie lleva el sonido y envejeciste


en una sola noche. Preparate
disponete a asumir que hablaste tantas veces


y a escuchar al más viejo entre los prisioneros.
La playa es blanca, todos han muerto. La playa


es blanca, todos han muerto... (quién le da
oscuridad de voz al consejo de estas cuatro

palabras que no entiendo? Cómo
tantos han muerto sin desesperación?) Del cielo


cuelga sú unico reposo, esos
ojos futuros, la breve inmensidad.


Empezá entonces a abandonar
lo negro que te cubre con tanta falsedad,

como un actor sincero, y escuchá
ese río cansado por los depredadores.


Yo voy a ser muy breve y muy imbécil vos,
tan sólo eso, que es terriblemente fácil.


Y pensá. El aliento te sobrevivirá,
irá más lejos que vos y que tu vida.


Me podés ofrecer alguna historia
mejor que esta, la tuya y la del mal?


Alguna cosa que quiebre
esta comodidad, y que quiebre esta deuda?


Un sitio, a lo mejor, desde donde observar
las flores de noviembre y golpearlas 

después para que mueran más?
Ya conocés las fosas y las alambradas: el pánico


de los años pasados y de los que aun vendrán.
Mirá: aquel que cava un pozo morirá dentro de él.


En este mundo, se puede nacer ciego y crecer:
arrastrando los dientes por la casa y hacer


las paces con el ruido. Ser sordo.
O caminar descalzo, como quien sufre


el Cielo, o incluso avergonzarse de los 
golpes, porque simulan la destrucción.


Y todavía podés, si te esforzás,
reproducir la carne que había sido cremada,

y que se inclina, como otro rastro más 
y semejante al humo de aquellos que han caído


o al compromiso asumido en la derrota.
Podés hacerlo todo, que todo ya empezó.


Prepará entonces aquellos testimonios
que crean explicar lo que pasó


con tu frente encerrada en esa jaula.
Y hacelo cada día, cada noche,


antes de que el odio caiga en sombra
o un dedo se sostenga en la locura.


Y prepará también esas palabras
que quieren decir todo. Así: más débil,


y más sabio, y pensá que es el precio
de la paz inmerecida que los hombres


detestan, más tarde de los hombres.
Prepará las promesas que querrán


mancharlo todo. Podés confiar
en tu don o en los delirios que dilata.


Y, finalmente, proclamá velozmente
las disculpas que no silenciaran


la nieve que ha caido en los altares.
Velá por eso y que luego te aparten.


Esta luz arranca de la nada
hasta que es gas la oración de los labios.


Y entre la luz y la oración
unos pocos momentos para repetir


"tu hueco tu garganta
tu garganta guarida


guarida tu talento
y tu talento la corona de un viejo".


Verás como se pasa así la noche
que no guarda jamás el trámite de un nuevo día.


Aquí, en tu reino fértil,
el consuelo es raquítico. Y la hierba


que dijiste que nunca 
se alzaría, se levanta para interrogarte


cómo es que lo pudiste soportar.
No fue ayer cuando te abandonaste


sin plantarle cara al que llevás dentro
y escapaste hacia tu cuerpo de hijo?


Cómo pudiste soportar esto y aquello
y aquello y eso otro? Y ayer y ayer y ayer.


Y pretendés acabar con todo
únicamente con el gesto desesperado de ese verso?


"Entonces el error se hizo presente
y le dijo al intento que no valía el horror". De todos


los momentos, hacé uno solo
desplazando tu cuerpo, como un objeto


roto, hacia cada estación.
Ya termino. Dejame que te responda esto.


Un hombre, merece ser salvado?
Frente al esfuerzo de una nueva hoja verde


otra vida deforme
es una trivialidad y una insolencia.


Muy bien, entonces. Aleluya y etcétera.
Las qué y tres cuatros? Muy bien. Las qué y tres cuartos.









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