sábado, 5 de febrero de 2011

LA MADRE (ALBERTO GIRRI)


Mi madre es una niña.
Está aquí. Ni yo he nacido ni ella ha muerto.

El mundo va y viene,
cada facultad se recrea en acciones vanas
respetando los tercos semblantes de la convivencia.
Aquella pupila que velaba por designios de siglos,
llama constante que no me dejó solo y da perdón,
está aquí. Ni yo he nacido ni ella ha muerto.

Percibe sonriente cómo se yerguen impasibles,
seguras de sí mismas, las gracias de las pasiones.
Cómo el amor es transitorio y es nada,
cómo es saludable a medias el sabor de la cruz.
Está aquí. Ni yo he nacido ni ella ha muerto.

Rara pisada es la tuya madre, pero si no estás
¿quién viene?, una mejilla horizontal, un triste animal
que busca el camino, arrodillándose ante sombras
depositarias del color y la luz que hinchan la conciencia.
Madre, estás aquí. Te tengo encerrada en una vieja postal
y retrocedo hasta llegar a tu agua de niña.
Todo lo que tú y yo escribiremos después es débil rescoldo,
pero mi corazón es aplicado y simula tener una hermosa,
juiciosa historia filial.
Y ni tú has muerto ni yo he nacido.



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