lunes, 2 de mayo de 2011

AMISTAD DEL BRAZO (GABRIEL FERRATER)


El subte estaba lleno. Yo me agarraba
del caño niquelado al lado de la puerta.
Tenía el brazo tenso, y toleraba
aquel peso tibio, persistente, en mi antebrazo.
Quedábamos muy pocos cuando me di vuelta.
Era muy jóven. Fea y pobre, descarnada,
como una cabrita magrebí
que apretaba con la frente, cerrando los ojos,
abalanzando toda su carencia,
un brazo todavía de nadie, libre y promiscuo,
y sin ver que alguien ya se reprimía
y se aislaba delante de ella. Yo, demasiado jóven
también, no había aprendido a reconocerme
en la aceptación más que en la elección.
Abandoné el brazo, que no fuese mío,
y no los miré más, acongojado
hasta la estación, y la ruptura súbita
de una cuerda del cello, la más baja.



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