Seguro que hoy hubo nubes,
y no miré hacia arriba. Todo el día
viendo caras y piedras y los troncos de los árboles,
y las puertas por donde salen las caras y vuelven a entrar.
Miraba de cerca, no me levantaba del suelo.
Ahora se me hizo de noche, y no vi las nubes.
Que mañana me acuerde. El otro día
miré hacia arriba, y más allá de la baranda
de una terraza, una chica que se había
lavado la cabeza, con una toalla
sobre los hombros, se iba pasando,
una vez y diez y veinte, el peine por el pelo.
Los brazos me parecieron ramas de un árbol muy alto.
Eran las cuatro de la tarde, y hacía viento.
[Traducción de Mònica Miravet y Aníbal Cristobo]
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