viernes, 6 de mayo de 2011

LITERATURA (GABRIEL FERRATER)

Tan vehemente, se dijo un calamar,
hago el ridículo: un chorro fino de tinta
desvía a aquellos monstruos, tan poco críticos.
Perdida la abundancia del corazón,
descubrió la voluptuosidad formal:
mentirse objetivado en el arabesco
y hacerse ver en él, aún subjetivo.
A la arrogancia de no esconderse mucho, llamó
sinceridad: al miedo de encontrarse
demasiado expuesto, sentimiento de estilo.
Librado a la esperanza de que los espasmos
del agua le fueran favorables,
decía fe en el lenguaje. Murió
devorado: lo tentó lo inefable.




















[Traducción: Mònica Miravet y Aníbal Cristobo]

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