jueves, 8 de septiembre de 2011

PAUL (ROBERT CREELEY)


Nunca me voy a perdonar que la violencia
me haya arrojado contra un triste Paul
Blackburn, empujado a la vez por nuestras dos
mujeres desesperadas, que se escupían 
veneno mutuamente en el paraíso
en que deberíamos estar, Mallorca, a mitad de los cincuenta,
donde uno podía vivir con monedas mientras
escribía grandes obras y miraba al 
mar constantemente azul, etc. Por qué disputé tales
batallas, sustitutas de la batalla de la existencia, contra tal
amigo, como seguramente lo era él, en particular?
Nuestro primer encuentro New York City 1950 hablamos dos
días y medio seguidos sin salir de aquel
departamento. Conocía a Auden y Yeats
de memoria y había empezado el camino de Pound
traduciendo a los poetas provenzales, y estaba 
estudiando con Moses Hadas en la New York University. Qué
dulce aquella atenta atribulada vulnerable
persona cuya niñez había estado marcada por la confusión
grosera de New England, y cuya madre fue la muy frecuentemente
ausente poeta Frances Frost! Ojalá
estuviera acá en este momento, y pudiéramos seguir conversando, así
tendría yo a alguien de mi edad en este
monótono basural calcinado que llamamos el
mundo espectacular donde una vez él anduvo
la maravilla de la tierra, conoció sus placeres.



 

 

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