jueves, 13 de octubre de 2011

DOMINGO DE RAMOS (WALY SALOMÃO)


para ANTONIO CICERO

I

Lo indeseado de las gentes entró, al fin, a la ciudad.
Su pecho es sólo cavidad y espino enclavado,
cactus del desierto de las cercanías,
torpor de quien siente que le han suministrado cicuta
o que ha sido mordido por una cobra.
Lo que, convengamos, le da el aire desapegado 
                                        de las cosas triviales
e incrementa su encanto
                       paradójico
                                frente al populacho.

La ciudad es una nebulosa de sueño:
tiempos y lugares diversos entremezclados,
tantas glorias y hosannas,
tantos pedidos de empleo,
partidos, facciones, crímenes organizados,
júbilos y adulaciones.

Una sensación de déjà vu
               que marchita cualquier frescor
                               de la edad madura.



II

Así hablaba el antecesor:
"El poeta es un resentido y el resto son nubes".
Así él, aquí, habla:
Los resentimientos deshilachados
                           son como nubes rasgadas.

Campo abierto,
él ahora es una cámara de ecos.
Cámara de ecos:
la substancia del propio tuétano convertida en cita.

Aprende la palidez altiva
y la sonrisa aloof
de quien comprende las variaciones de los vientos de los
medios.
Estas cualidades él supone haberlas importado
de Stendhal y de Emerson,
mientras de Drummond asimila
cierta cualidad escondida,
retazo aquí, recorte allí,
etecetera et caterva.

Él: el amalgámico
              el hijo de las fusiones
                               el amante de las algarabías
el sin pureza.

Cómo componer, con semejante melting-pot
una entereza de hombre
que quepa en el anuncio "Ecce Homo"?


III

Hoy es
Domingo de Ramos
(Palm Sunday),
una buena oportunidad para sobrevolar

en helicóptero:
los manglares de desagües negros
y garzas blancas,
los cerros
de parcas palmas de palmeras
y grandes pastizales
- los pastizales al viento parecen una cabellera
empapada de gel-
las playas
donde ÉL simula
                  a través de las leyes del Libro del Caos
el delirio demiúrgico
de que las hélices del helicóptero
                  son quienes provocan
                                       las olas del mar.

Domingo de Ramos
(Palm Sunday).
Dentro del helicóptero
                  allá arriba
el diablo le recuerda, entonces, un cuento de Sartre,
sobre Eróstrato, el piromaníaco,
que adoraba mirar a los hombres
de muy arriba
como si fueran
                         hormiguitas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario